Reseñas de Moebius: Empire Rising

Si Gabriel Knight es la Mona Lisa de las aventuras gráficas, Moebius: Empire Rising es el cuadro de perros jugando al póker: fascinante, pero con sus bordes toscos. Jane Jensen nos entrega una historia intrigante que te atrapa desde el primer pixel, pero no llega a la gloria de sus obras maestras. Eso sí, comparado con el bostezo de Gray Matter, Moebius parece un premio Nobel. El protagonista, Malachi Rector, es un tasador de arte que camina como si le doliera la vida y analiza antigüedades con un ojo clínico digno de Antiques Roadshow. Reclutado por una misteriosa agencia del gobierno, su tarea es encontrar patrones históricos en personas vivas. Suena épico, ¿verdad? Lástima que la motivación detrás de esta misión sea más confusa que las reglas de un Monopoly familiar. En cuanto a la animación... bueno, digamos que Malachi parece diseñado en una tarde con prisas. Sus movimientos son tan robóticos que uno espera que se quiebre en cualquier momento. Los gráficos, aunque funcionales, no logran esconder este aspecto amateur que choca con la ambición narrativa del juego. Ahora, hablemos de la relación Malachi-David. Es imposible ignorar el subtexto romántico entre ambos, pero el juego no se atreve a dar el salto. En lugar de un desarrollo significativo, nos quedamos con un apretón de manos que huele a gaybait. Aunque se agradece la inclusión de personajes ambiguos, el juego pierde una gran oportunidad para avanzar en la representación LGTBIQ+. A pesar de sus defectos, Moebius tiene momentos brillantes gracias a su narrativa, aunque deja la sensación de que podría haber sido mucho más. Es fácil de completar, y su historia corta pero atractiva te dejará con ganas de una secuela que nunca llegará. Un sólido 7/10 para este intento algo torpe pero interesante.