Tiempo de juego:
632 minutos
Port Royale 3 es (como bien dice el nombre) la secuela de Port Royale 2; para el que escribe estas líneas, el mejor juego de estrategia comercial (junto con Patrician III, de la misma desarrolladora), y sin duda uno de los mejores títulos que he probado jamás.
A nivel estratégico Port Royale 2 era muy sólido, pero sin duda su punto fuerte estaba en su ambientación. Por alguna razón que desconozco, el Caribe y toda su mitología pirata han sido tradicionalmente ignoradas por este sector. Y en ese vacío, Port Royale brillaba con luz propia. Porque más allá de proponerte un reto enorme (partiendo de la nada, convertirte en el tipo más poderoso del Caribe), Port Royale era capaz de atraparte en su particular universo como lo haría el mejor juego de rol. Había infinitos secretos por descubrir y multitud de cosas que hacer. Y eso es lo que lo hacía genial.
Por tanto, Port Royale 3 se enfrentaba a un reto doble: por un lado mantener la solided estratégica de su predecesor, y por otro (el más difícil de todos), trasladarte a ese interesantísimo universo de la manera en que lo hacía la segunda parte. Y aunque en muchos aspectos lo consigue, en otros lamentablemente no lo hace.
Port Royale 3 podría ser definido como un remake en HD del segundo, pero con algunos aspectos eliminados. Se ha perdido la magia de la sorpresa. El juego no esconde misterios. La sensación de aventura se difumina. Detalles como buscar botellas abandonadas en alta mar, las peleas a espada, las rivalidades particulares entre mercaderes... Todo eso se ha desaparecido.
Como también, en cierto modo, la complejidad del original. Curiosamente las virtudes particulares de Port Royale 3 frente a Port Royale 2 acaban actuando en contra. Las batallas se han pulido bastante, pero son más lentas y la pericia del jugador es menos importante. De igual modo, las rutas de navegación son más intuitivas y permiten automatizar procesos que en la segunda parte se hacían algo tediosos. El problema es que la automatización es tal, que las propias rutas acaban siendo una especie de "botón de ganar", permitiéndote enriquecerte en poco tiempo. De hecho, en Port Royale 3 no es raro conseguir en un par de horas lo que lograbas en diez en el anterior. Y eso, aunque agiliza el juego, elimina la enorme satisfacción que suponía trepar por el escalafón social.
Dicho todo esto, parecería que Port Royale 3 es un mal juego y no lo es en absoluto. Sigue siendo una buena propuesta porque sus cimientos son muy sólidos. No consigue atraparte como el anterior, pero aun tiene una magia especial que es difícil encontrar en otros títulos de estrategia.
Es un juego de otro tiempo adaptado a las demanda actual (juegos más agiles y rápidos que nos ofrezcan diversión inmediata). Y ahí falla, porque por estructura Port Royale es una saga pausada que requiere horas y cualquier simplificación lo deja en tierra de nadie. Es complejo para jugadores novatos, pero es simple para los tradicionales. Y por eso, pese a sus evidentes virtudes, deja un cierto regusto amargo.
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