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Debemos amar para ser amados
Amar es difícil, y también dejar de amar,
como el alba que nunca vuelve igual tras el ocaso ardiente.
El amor nos impulsa a cruzar mares, a desafiar tormentas,
nos infunde valor para batallar contra todo y contra todos.
Mas el amor, en su verdad más pura, también destruye,
arrasando con la calma, prendiendo fuego al alma.
¿Acaso no se vuelve el mundo un martirio sin consuelo
cuando quien amamos no es capaz de corresponder?
Incluso amarse a uno mismo, frío en soledad,
puede ser un calvario lejano, un desierto sin oasis,
si nunca alguien susurró al oído: “Te amo.”
Entonces, ¿qué es el amor sino la fuerza que trasciende el alma?
Una llama creadora en busca de su par,
el sentido que buscamos para dar vida a la vida,
y en esa búsqueda se diluyen los miedos y se levanta la esperanza,
porque amar es dejar la vida misma en aquello que se ama.
Pero qué amarga es la pena cuando aquella persona que amamos no recoge
las flores que entregamos con manos abiertas y corazón desbordado.
Entonces, ¿seguir amando sin esperar nada, sin cadenas, sin condiciones,
o ser humano y honrar la dignidad de quien no puede amarnos?
Hacemos locuras por un destello de amor,
somos capaces de las mayores atrocidades y también de los más bellos milagros.
Solo los poetas vislumbraron su esencia:
el amor divino, que todo lo puede y en todo está.
Si tan solo nos amáramos a nosotros mismos como amamos a otros,
cuántas vidas no habrían sido salvadas en el abismo del dolor.
Amar con el alma, sin odio, sin egoísmo, con fraternidad sincera,
porque amar verdaderamente duele, pues es un regalo y una promesa.
El corazón que cree y entrega espera en silencio,
que quien fue amado cuide su tesoro con ternura infinita.
Y por eso es necesario amarse primero,
porque:
El amor es paciente: No se apresura ni se irrita fácilmente.
El amor es bondadoso: Actúa con amabilidad y generosidad.
El amor no es envidioso ni jactancioso: No busca compararse ni presumir de sus logros.
El amor no se comporta con rudeza: Es considerado y respetuoso en sus interacciones.
El amor no es egoísta: Se enfoca en las necesidades de los demás.
El amor no se enoja fácilmente: Mantiene la calma y la serenidad.
El amor no guarda rencor: Perdona y no guarda resentimientos.
El amor se regocija con la verdad: Se alegra de lo correcto y lo justo.
El amor todo lo soporta: Es resiliente y capaz de superar dificultades.
El amor nunca dejará de existir: Es una virtud eterna.
Te di todo, aún aquello que no tenía—
porque así ama el corazón que se entrega a la antigua usanza:
sin reservas, sin temores, sin mirar atrás.
Aun separados, debemos custodiar el eco de ese amor,
protegiendo el atisbo sagrado que un día fue un universo.
Las palabras no bastan para expresar la herida,
mas en el silencio nace la gracia de la resiliencia,
pues siempre habrá alguien—o muchos—que sepan amarte.
Tal vez no todos tuvieron esa oportunidad, ese abrazo divino,
pero amar es la llave que abre puertas invisibles,
el acto sublime que hace la vida poesía y milagro,
la certeza de que, aun en el dolor, merecemos ser amados.
Gracias doy a la divinidad por la bendición de haber amado,
por amar con la intensidad que siempre quise para mí,
porque entender el amor, incluso en la profesión o la vida entregada,
es saber que llegara el día que merézcanos decir con el corazón en los labios:
TE AMO.
Para quienes nunca han sentido el amor de una familia,
para quienes las amistades no fueron hogar,
para quienes el primer amor quedó solo en un sueño lejano,
les digo que el amor es posible aún en la ausencia,
que deben dar la oportunidad de amar sin condiciones,
como quisiéramos ser amadas en verdad.
Sé bien que duele, que hiere, que quiebra,
pero el amor puede curar las almas rotas,
porque amar es más que recibir: es un acto de valentía,
una puerta abierta en la oscuridad, una luz que nace del miedo.
Y aunque el dolor sea profundo y la herida no cicatrice,
el amor aún vive, y con su poder, puede sanar el alma.
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